Encuentro de Editoriales Independientes en la Biblioteca Nacional

Hace diez días estuve en los subsuelos de la Biblioteca Nacional en el Encuentro de editoriales independientes. En los diarios estaba anunciada Eloisa Cartonera como estrella de la tarde, la cual mostraría el método de armado y edición de los libros de tapas de cartón y pintados a mano con témpera que ella fabrica y vende. Hubo alrededor de treinta personas, la mayoría editores independientes de La Cebra, Tamariscos, Interzona, Tantalia, entre otros. En el centro de la sala había una mesa larga con tres micrófonos, dispuestos con sus aguas minerales al estilo conferencia, que no se usaron, lo que le dio un estilo más informal a la cita.

Los intelectuales pequeños burgueses de las editoriales acribillaban a preguntas a Santiago Vega (Washington Cucurto, co-fundador de la cartonera). Se percibía en el aire cierta sensación de exotismo, (esa que tienen los turistas alemanes, suecos, japoneses en Argentina) de parte de los editores mencionados hacia Eloisa Cartonera. Le preguntaron mucho a Vega y a su acompañante (una chica de la Facultad de Sociales, sospecho, le veo cara conocida) acerca de la no-legalidad de Eloisa. En un momento un misterioso personaje de bigotes y pelo canoso, de 60 años aproximadamente, indagó bastante sobre el aspecto legal. Es más se puso a discutir en un tono más agitado con un amigo de Vega y su troupe. Después de una hora de alternar el resto de las preguntas y debates, el amigo de la Cartonera le dijo al señor de incógnito: “pero yo estoy hablando con vos y ni siquiera sé quien sos, a ver, presentate”. Y el otro le dijo: “ Soy (no me acuerdo el nombre) escritor, empleado de la Biblioteca Nacional). A lo que el amigo de Vega acotó: “ah, sos funcionario”. Y el otro: “no, estoy contratado”.

La atmósfera estaba pesada (todo lo pesada que puede estar en un encuentro de estos, en los que hay que usar palabras adecuadas y aparentar ser culto). Para mí, se ponía más divertida la cosa, y enriquecedora. De hecho se empezó a debatir si Eloisa Cartonera era una especie de bandera de un Pos Estado, “si eran un tipo de anarquistas”, todo mirado desde la tribuna de editoriales independientes (intelectuales pequeños burgueses presos del exotismo-etnocentrismo).

Lejos de la condescendencia, sentado en el centro de la ronda que se había formado con sillas de plástico, Damián Tabarovsky (periodista, escritor, en este caso, representante de Interzona) mencionó “quizás hay un poco de populismo (…) o de lavar las culpas de un lector comprando un libro de Eloisa (…) exportan pobreza”, a lo que fue respondido enardecidamente por la estudiante de Sociales que estaba acompañanado a Cucurto y que trabaja en la editorial. No comparto algunas de esas frases de Tabarovsky pero fue lo menos chupamedias que se dijo en toda la tarde.

Lo más interesante: el debate sobre el público lector actual, el rol de las editoriales independientes, su financiamiento, el mercado fuera del gran mercado, entre otros puntos en cuestión que quedaron grabados en mi emepetrés. Por el lado del debate sobre el público lector, el cuarentón que se había encarnizado con el empleado de la Biblioteca, evocaba con melancolía la cantidad de lectores y la cantidad de libros que había hace treinta años. Con aires esperanzadores y con ese misticismo genuino, Santiago Vega replicó “ahora es mejor que hace treinta años, porque ahora no hay nada, hay que construir todo, está todo por hacer, está todo en decadencia, hay que empezar de nuevo”.

El balance de la tarde en las catacumbas de la Calle Agüero fue más que positivo.