Friday, March 23, 2007

La imposibilidad de la ignorancia (apuntes sobre el idilio hacia lo foráneo)

¿Por qué algunas bandas de rock argentinas cantan en inglés? no hablo de aquellos que hacen covers para fiestas empresariales u otros, no, me refiero a BANDAS DE ROCK. Ejemplos hay muchos, y no todas son malas, porque generalmente la imposiblidad de cantar en castellano (de ellos) se junta con la imposibilidad de hacer música de calidad. El paradigma actual, vernáculo e inexplicable es Brian Storming. Una gran agrupación, con muy buenos músicos, con excelentes armonías y melodías, con texturas bellísimas pero cantan en inglés. ¿Inexplicable?

Una vez en un recital de varias bandas, crucé unas palabras con un docente de Arte en una institución pública. Y le dije: "odio a las bandas argentinas que cantan en inglés" a lo que él respondió. "y pero el rock de dónde viene". Sí, también el fútbol viene de Inglaterra y Messi no es rústico simple y sobrio para jugar al balompié.

La cuestión de que algunos chicos y chicas que con sus bandas cantan en el idioma isleño, pasa por no saber resignificar algo que ya está muy resignificado, de no tener una cuota (mínima) de creatividad, de ser un poco ignorante o de no poder pensar una melodía de voz que pase por un filtro castellano, el cual implica una obvia transformación de la métrica musical en el plano vocal. No es muy difícil.

A ellos les recomiendo comprar un diccionario barato o un spanish-english. Así, quizás, puedan recapacitar en su modo de concebir la producción músical. La otra fórmula sería escuchar mucho Soda Stereo, Virus. Si se animan, Don Cornelio, en especial el disco Patria o Muerte.

Sunday, March 04, 2007

Pequeños Pilatos

Continuamente, todos los días, en las noches, en el claustro, en las revistas, hay una insistente tendencia por parte de mi generación veinteañera a relativizar todo. Actitud, toma de posición, postura política (disfrazada de no postura) que no genera nada productivo, que no produce encontronazos, debates, transformaciones y sólo engendra continuismo, conservadurismo (disfrazado del más feroz modernismo innovador).

Afortunadamente, esta cómoda forma de ser-pensar-actuar-idear no es general pero sí tiene índices alarmantes de arraigo en aquellos coetáneos que tienen una posición desde la cual con sus opiniones obtienen una mínima resonancia, me refiero a estudiantes, periodistas noveles o simples actores sociales de un intercambio cultural y de consumo que trasciende su propio círculo de camaradas.

A modo de ejemplo: hace unos días, me encontraba en los pasillos de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y mantuve una discusión con dos compañeros de Comunicación (un chico y una chica) los cuales me decían (sobre todo la mujer) que todos en una facultad somos intelectuales. Y para reforzar ese postulado se apoyaban en lo que les había enseñado una materia de la carrera. Yo, que no comparto en nada esa afirmación, bromeaba diciendo que ese era un día muy feliz en mi existencia porque me había enterado de que estaba rodeado de miles de intelectuales. Entonces, hay que hacerse unas preguntas ¿todos mis compañeros, incluso aquellos que un libro y una idea sobre el mundo es algo artificial, ajeno y sólo perteneciente a la academia, son intelectuales? Por ende, ¿las notas de la revista Punto de Vista están firmadas por estudiantes que sólo se rozan con el conocimiento porque transitan la carrera? ¿alumnos “ilustres” de mi carrera, como Karen Cohen, pertenecen a la intelectualidad argentina? ¿De qué estamos hablando?

El decir que todos los que estudian en una universidad, porque se pueden erigir en una posición para hablar por ejemplo, del proletariado, y no pertenecer a él, son intelectuales, me parece una tremenda defección mental. Es más, es una falta de respeto a aquellos “no-intelectuales” que no quieren o no tienen la posibilidad (según el caso) de pisar un claustro.

Me extendí un poco con el tema de la afirmación poco lúcida de mi compañera y de la cátedra que le había enseñado-impuesto esa verdad. Pero esta discusión fue el desencadenante para que mi persona se viese enfundada en el continuo ¿agravio? que cargan los relativizadores contra mí y contra los que están en mi vereda ideológica: “sos un cerrado, un obtuso, un determinista”. Las dos primeras acusaciones pueden ser reales pero sirven al propósito de no ser un facilista y de no relativizar todo. Porque para ellos, los reyes de lo relativo, está todo genial y mejor que esté así y que siga así porque el mundo es más cómodo, fácil y así uno no tiene que andar embarrándose en fútiles discusiones sin rumbo. Sin embargo, eso es falta de compromiso y es una señal del más aposentado conservadurismo.

El no ser complacientes nos hace caminar en una cuerda floja siempre. Nos hace continuamente cuestionar todo nuestro aparato de ideas, en replantearnos hacia donde queremos ir y cómo queremos ir. El relativizar todo es el arma cobarde de los que están cómodos y eso es un grave defecto y un obstáculo a las transformaciones. Supuestamente el universo nació de continuas transformaciones, explosiones. Las revoluciones sociales también hicieron lo propio. Por eso mismo, relativizar es un crimen público, que no lleva a nada, estático, perjudicial y el vicio de muchos. Lamentablemente, ese vicio de muchos también afecta a otros, “esos que no son intelectuales” y que no tienen tiempo de relativizar.